La casa, mi casa

La casa
No se si será por las mudanzas, la vida o que se yo, pero mi casa tiene el poder de multiplicar los objetos, la mugre, los envases y los pares de medias sin su compañero. Juega a las escondidas con las lapiceras y le hacen pica a las pincitas. Las hebillitas caen por el agujero negro, que cambia de lugar a cada rato atraído también por los soquetes solitarios.
Los juguetes rotos, y los nuevos, la ropita que queda chica, la ropita heredada dos tallas más grande, se agregan a la que visten a diario, los dibujitos, las cajas, los envases, los dvd rayados, los portarretratos, los cubiertos de la cocina, los vasos de distintos pagos. En fin parece que pasó un terremoto y tiró al demonio lo que se le cruza en su camino.
El placard tiene vida propia, Narnia queda reducida a un chistecito y la bota de serpiente gris se tomo el palo, todavía la estoy buscando. Pero si la casa es grande, cuantos placares más se necesita para que no haya contaminación visual en el living o donde se abra paso.
El patio parece un aguantadero, cochecitos, la hamaca, pelotas pinchadas y el futbol del vecino que todavía no devolvimos. La manguera desenrrollada atraviesa el jardín cual cobra camuflada, el enano descascarado, condenado al exilio por feo y aterrador, no se da por aludido, sigue como parte de la familia, nadie se atreve a deportarlo.
Debajo del sillón hay seres minúsculos que habitan dentro de las sorpresitas de los huevos kinder, escurridos por algún almohadón.
La casa no para de sorprender, y acumula, acumula, a veces pienso que explotará.
Poco se produce el milagro del operativo¨ ordeno el placard¨, o ¨el orden atack¨.
Si encontrara la lámpara de Aladino, ni lo dudo, uno de los deseos que pediría sería: ¨que venga la gente de ese programa que te ordena todo, y te tira la mitad de las cosas¨.
Pero como la lámpara andá a saber quién la tiene, puedo llegar a imaginarmelo, pero ni modo, no lo nombraré, saco pecho y a cantar ¨a ordenar, a ordenar, cada cosa en su lugar¨.